Ciudades, post-confinamiento y gatopardo: nada cambia, nada sigue igual (versión extendida)

Barcelona, julio 2020: Calles Pelai y Ronda Universitat (normalmente congestionadas) casi vacías y con ampliación provisional de aceras. Foto: Carlos Cámara
Esta es la versión extendida de este post escrito originalmente para el Blog de la Fundación Arquia que se escribió en julio de 2020.

Han transcurrido ya varios meses desde que el final del confinamiento nos dejase volver a disfrutar del aire libre, de las relaciones sociales presenciales, de nuestras ciudades… Y si bien no descubro nada nuevo si digo que, durante los primeros meses de pandemia se escribió mucho sobre la relación entre ciudad y COVID1, desde ópticas y temáticas tan variadas como movilidad, espacio público, vivienda, ODS, sostenibilidadlo cierto es que las ciudades que hemos visto al salir de casa se parecen bastante a las de antes (al menos en apariencia).

Tomemos, por ejemplo, el caso de Barcelona (el único caso que he podido ver en primera mano). Más allá de algunas soluciones de guerrilla implementadas para favorecer el uso de la bicicleta o para que se pueda mantener la distancia de seguridad en las calles, de varios comercios tradicionales cerrados definitivamente o de jardines selváticos tras meses sin mantenimiento, y carteles con instrucciones, lo demás parece que ha cambiado poco, al menos en su dimensión física. ¿Significa eso que todo ha vuelto a ser como antes? ¡En absoluto! Esta “nueva normalidad” (como hemos llamado al sucedáneo del que tanto estamos disfrutando por contraposición a los meses de confinamiento) es, en realidad, un esfuerzo compartido por volver a la vida que había antes de la pandemia. O un autoengaño colectivo, ya que obvia el hecho nada menor de que no hay ningún lugar del mundo que esté cerca de haber superado la pandemia todavía.

Es por ello que los cambios, que están y son profundos, hay que buscarlos en otros lugares, como por ejemplo:

  • El uso de los distintos espacios: aunque es cierto que en los barrios del centro de la ciudad sí se aprecia disminución de gente y se oyen muchos menos idiomas, en el resto de barrios y lugares la actividad se mantiene muy similar. Así, se observa bastante gente paseando por las calles, o en las playas y terrazas (algunas nuevas, ganadas al tráfico rodado), siendo estas últimas especialmente concurridas;
  • La forma en la que nos movemos: mientras los buses están casi vacíos, se han creado ayudas económicas para la compra de coches nuevos2 y han aumentado la venta de motos, bicicletas o patinetes;
  • La forma en que trabajamos: si bien el teletrabajo se impuso forzadamente y, en muchos casos, demostró ser una opción viable (en caso de tener las condiciones adecuadas y en función del tipo de trabajo), lo cierto es que la cultura de lo presencial está muy instaurada en España3 y son muchas las empresas que reclaman que sus trabajadores vuelvan a las oficinas, aun cuando no pueden hacerse reuniones o hay trabajos que bien podrían hacerse remotamente, reduciendo la necesidad de desplazamientos innecesarios;
  • El propio modelo de vivir: se ha producido un aumento de demanda de viviendas con jardín y en ciudades pequeñas o entornos “más rurales”4.

Todos ellos tienen en común el hecho de ser medidas que, no solo no alteran en lo esencial las dinámicas anteriores que ya conocíamos, sino que las acentúan, favoreciendo el consumo y el individualismo como supuesta solución a los problemas de la pandemia. **El resultado es una falsa apariencia de normalidad que esconde cambios sutiles pero profundos que nada tienen que ver con los debates razonados sobre nuevos modelos de ciudad ni con datos empíricos, sino con una combinación de miedos, desconocimiento e intereses económicos y mirada obtusa que únicamente acarrean mayor desigualdad social y espacial. Lejos quedan las voces de quienes afirmaban que las ciudades post-covid serían (o deberían ser) más sostenibles, más resilientes, más saludables y tendrían menos coches, y mejores condiciones de habitabilidad.

Es cierto que la gravedad de la situación nos lleva a querer demandar soluciones rápidas y que, sin embargo, las inercias de las ciudades son elevadas debido a que las dinámicas legales y técnicas del planeamiento son complejas y lentas. Es por ello que, precisamente porque hay mucho en juego, no deberíamos caer en la tentación de supeditar cualquier decisión a la urgencia o al criterio único y engañoso de la salud y la seguridad, tirando por los suelos los avances producidos en los estudios urbanos sobre nuevos modelos de ciudad más sostenibles, más resilientes, más igualitarias, más vivibles. Ahora, más que nunca, es el momento para tomar decisiones fundadas y replantear radicalmente las ciudades para abordar, de una vez por todas, las múltiples carencias que la COVID no ha hecho más que señalar con su dedo acusador.


  1. Ejemplo de ello podemos encontrarlo en el blog de la Fundación Arquia, donde ha habido varios post al respecto por varios corresponsales. ↩︎

  2. La Vanguardia: El Gobierno aprueba ayudas de hasta 5.500 euros para comprar un coche ↩︎

  3. La Vanguardia: El teletrabajo se impone en las empresas: respuesta rápida para atajar al coronavirus ↩︎

  4. Idealista: El interés por comprar vivienda en municipios de menos de 5.000 habitantes aumenta en la desescalada ↩︎

Carlos Cámara-Menoyo
Carlos Cámara-Menoyo
Arquitecto. Doctor. Profesor. Aprendiz.

Mi formación mutidisciplinar y mis múltiples intereses de investigación se vertebran alrededor de las comodificaciones entre ciudad, tecnología y sociedad dentro del marco del informacionalismo y la cultura libre, aspectos que abordo tanto desde mi vertiente profesional académica como desde mi vertiente activista

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