Edificando sobre cimientos de 250€: El caso de la universidad española.

Hace ya un tiempo que este vídeo se hizo viral. En él, aparece Valentín Ferrero, un profesor universitario asociado, afirmando que ha dejado su trabajo para participar en un concurso de televisión. No, no es que se le haya subido la fama a la cabeza, simplemente ha sido pragmático y ha decidido prescindir de las 3+3 horas semanales que figuraban en su contrato y por las que cobraba unos 250€ mensuales para dedicarse a tiempo completo al programa, por el que, de momento, ya lleva ganados más de 1.000.000€ junto a sus tres compañeros de equipo.

Aunque parezca algo excepcional, lo cierto es que, a grandes rasgos, no lo es en absoluto. La figura de profesor asociado es el mecanismo que tienen las universidades españolas para que profesionales en ejercicio de su especialidad puedan transmitir sus conocimientos en la universidad. Dado que estos profesores tienen una actividad profesional principal, su dedicación a la docencia es temporal y reducida, como también lo es su retribución. O al menos sobre el papel, ya que la realidad dista mucho de ser así dado que se ha venido utilizando esta figura supuestamente temporal para engrosar la plantilla de profesorado a través de supuestos “procedimientos de urgencia” que en realidad esconden una voluntad de querer contratar de forma mucho más económica y, también, más precaria1. Esto se traduce en que los profesores asociados, cuyos sueldos rondan entre 200 y 600€ mensuales, suponen el 23,6% de la plantilla universitaria (de todas las titulaciones)2 y que, sin embargo, en algunas universidades realizan el 70% de la docencia3. Quedémonos con estas cifras porque volveremos con ellas.

A menudo criticamos ferozmente las deficiencias de la enseñanza universitaria (que las tiene -para pruebas remito a la categoría de Formación del blog de la Fundación-) e incluso solemos comparar nuestro sistema con indicadores del de otros países como USA, Finlandia, Reino Unido o Alemania.

Sin embargo, cualquier crítica será injusta si no tenemos en cuenta esos datos, ya que evidencian que estamos en puntos de partida totalmente opuestos que imposibilitan cualquier comparación (al menos sin matices).

En primer lugar porque como bien hacían Iván Capdevila y Vicente Iborra en “Asociados a la universidad”, evidencian que lo que debía ser una figura minoritaria se ha convertido en estructural de la universidad.

En segundo lugar porque esta nueva estructura lo transforma todo: convierte lo que debería ser una profesión prestigiada en una profesión precarizada4 y pretende, además, que no haya consecuencias para nadie. ¿Qué tipo de personas atrae la universidad con este tipo de alicientes? ¿De verdad alguien se ha creído por un momento que no se puede resentir la calidad de las asignaturas que imparten quienes únicamente cobran por horas lectivas (es decir, sin remunerar cosas tan básicas como preparación de clases, correcciones, vacaciones…)?

Ojo, no quiero poner en duda la calidad profesional y la implicación de los profesores asociados, que me consta es vocacional en muchos casos, tan solo quiero señalar que si alguien que ha llegado a la cima de la educación y tiene la responsabilidad de formar a los profesionales del futuro tiene unas condiciones laborales tan precarias, es normal que tenga que dedicar la mayor parte de su tiempo a otros menesteres que les den de comer, o a usar la universidad como pasarela hasta encontrar alguna oportunidad laboral mejor. O lo que es lo mismo: la mayoría de clases son a día de hoy, un hobby para quienes las imparten, lo cual equivale a decir que estamos construyendo instituciones que supuestamente buscan el prestigio sobre cimientos de plastilina. Y así no se puede construir nada bueno.

Decíamos al principio que la situación de Ferrero es casi idéntica a la de la mayoría de profesores que forman las plantillas de las universidades españolas, que muy probablemente se vean forzados a dejar la universidad cuando tengan oportunidad de hacerlo, con el drama que eso supone para todos.

La diferencia es que no todo el mundo tiene un plan B tan bueno como el suyo.

Este post fue escrito originalmente para el Blog de la Fundación Caja de Arquitectos

  1. Esta situación se ha visto incrementada notablemente tras la crisis: https://politica.elpais.com/politica/2018/02/02/actualidad/1517601267_811315.html ↩︎

  2. Fuente: https://politica.elpais.com/politica/2018/02/09/actualidad/1518207100_741157.html ↩︎

  3. Con estos datos no es de extrañar que recientemente se hayan producido huelgas indefinidas de profesores asociados, como en Valencia (https://www.eldiario.es/cv/Huelga-profesores-asociados_0_734576743.html, http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2018/02/19/5a89bafb468aebda2f8b45fa.html) que se extendió a Barcelona (https://www.ara.cat/societat/professors-associats-reivindiquen-vaga_0_2019998123.html) y pretendía llegar al resto de España: https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20180304/441251040676/profesores-asociados-pdi-espana-extender-huelga-valencia-uv.html ↩︎

  4. El drama es mayor que el hecho de cobrar un paupérrimo sueldo de entre 200 y 600€ mensuales. Tal y como detalla José Blas García en esta entrada (http://www.jblasgarcia.com/2018/02/profesores-asociados-la-excelencia-de.html), algunos de los problemas laborales que se encuentran los profesores asociados son que la universidad no cotiza nada a la seguridad social de los asociados, dado que se entiende que estos deben tener otra actividad principal por la que sí cotizan (aunque haya casos en los que esta supuesta actividad es ficticia), que únicamente se cobra por horas lectivas, que no haya derecho a vacaciones… ↩︎

Carlos Cámara
Carlos Cámara
Arquitecto. Doctor. Profesor. Aprendiz.

Profesor, investigador, aprendiz.
Interesado por las comodificaciones entre ciudad, sociedad y tecnología

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